Desde la asunción de Evo Morales como Presidente de la República, se desarrolló una estrategia comunicacional que logro crear una confrontación discursiva entre el campo y la ciudad, entre lo indígena y lo mestizo, entre los pobres y los ricos, intentado realizar un ajuste de cuentas de los 500 años de dominación a los cuales habrían estado sujetos estos grupos vulnerables por parte de los “otros”. Y su justiciero había llegado a Palacio de Gobierno para quedarse 500 años.
Lo cierto es que en Bolivia; como en muchos países de América Latina, existen muchas injusticias que no necesariamente están asociadas al lugar donde viven, al color de la piel o a la propiedad de los medios de producción, aunque para ser cabales muchas de ellas coinciden lamentablemente con estas características.
Con los cantos de sirena, como el proceso de cambio, la Asamblea Constituyente, la Nueva Constitución y el Estado Plurinacional, le hicieron creer a un grueso segmento de la población que desaparecerían dichas injusticias. Lo evidente al día de hoy, es que el Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos (hoy Movimiento al Socialismo) después de casi 6 años de gobierno, no ha resuelto ninguna de estas demandas. Es más; parafraseando a Filemón Escobar, pareciera que se hubiera hecho pis en ellas beneficiando y gobernando solo para los fieles del MAS.
Los pueblos indígenas cansados del manoseo y constante menosprecio a sus demandas, el 15 de agosto iniciaron una marcha que la gran mayoría de los bolivianos nunca sospechamos que tuvieran tanta importancia histórica. Una marcha pacífica que decidió recorrer aproximadamente 600 km hasta la sede de gobierno y que pretendió ser abruptamente interrumpida el 25 de septiembre a través de una intervención policial ordenada desde Palacio de Gobierno, donde repetidamente se escucharon las notas de la canción ranchera de Pedro Fernandez “Yo no fui”.
Después de 65 días, un niño muerto, un dirigente muerto, dos abortos y un niño recién nacido, la marcha llego a La Paz, devolviéndonos a los bolivianos el corazón. Ese corazón que se había partido producto del odio y rencor que sembraban en Palacio Quemado y que había convertido nuestra diversidad en rivalidad, que pretendía enfrentar nuestro pasado con nuestro futuro (como si uno no fuera consecuencia de otro), que sin querer había marcado una línea entre los bolivianos a partir de sus diferentes miradas del mundo.
Decía mi amigo Homero Carvalho “un par de lágrimas mías corrieron por mi mejilla buscando los ríos del TIPNIS” al ver llegar a la marcha a la sede de gobierno y el apoteósico recibimiento que le brindo el pueblo boliviano que habita dicha ciudad. Todos derramamos lágrimas, lágrimas de admiración, de respeto, de agradecimiento, de tristeza y felicidad, finalmente lágrimas de reconciliación.
El sacrificio de nuestros Pueblos Indígenas marcará por siempre un hito, no solo en la historia de Bolivia y en especial en nuestros corazones, sino en la nueva comprensión de la defensa del medio ambiente. No a través de avatares chutos, sino a través de la conciencia colectiva de todos los que tuvimos la oportunidad histórica de asistir a este momento especial.
Cochabamba siempre se ha reclamado ser el corazón de Bolivia, pero yo estoy completamente seguro que todos los cochabambinos nos sentiremos orgulloso de cederle ese honor al Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Secure, porque además de tener la forma de ese corazón que late por todos nosotros, TODOS SOMOS TIPNIS.
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