Cuando Leopoldo López decidió entregarse a la “justicia” venezolana por los presuntos cargos que hay en su contra, provoco un jaque mate ahogado al gobierno de Maduro.
El gobierno de Maduro, tenía tres posibles jugadas: a) detenerlo, b) dejarlo libre o c) matarlo (argumentando cualquier historia que involucre a la extrema “derecha” o al imperio). Lo cierto es que cualquier opción representaba jaque mate, la diferencia es simplemente cuestión de tiempo.
Optó por la primera, demostrando que toda la institucionalidad ha sido copada e instrumentalizada para defender al régimen, instaurando un corporativismo estatal totalitario que al estilo de sus promotores caribeños controla todos los órganos del poder público, restringe las libertades individuales, censura a la prensa y persigue a los que piensan diferente.
Nunca antes en la historia de la democracia latinoamericana, se había visto que un opositor político era detenido y conducido (en su vehículo) por el Presidente del Órgano Legislativo a un cuartel militar (Ramo Verde) para que le tomen declaraciones a medianoche en pleno recinto militar y no en una audiencia pública ante el tribunal de justicia competente.
Por si esto fuera poco para demostrar que es un gobierno dictatorial disfrazado de demócrata, ha decidido utilizar el monopolio de la fuerza compulsiva del Estado y a sus milicias (colectivos armados) frente a un pueblo; liderado por los jóvenes que se ven sin futuro alguno, que ha continuado sus movilizaciones clamando seguridad, justicia y abastecimiento de productos y servicios básicos, reprimiéndolos violentamente de manera que han provocado la muerte de 23 venezolanos (y contando), centenares de heridos y miles de detenidos, cuyo único delito fue elevar su voz de protesta en las calles.
Lo irónico es que llama a la paz y al dialogo a la oposición; en sus inagotables cadenas nacionales (obligatorias), minutos después de acusarlos de fascistas, antipatriotas, derechistas, golpistas, etc, etc, etc, en un desesperado afán de desmovilizar a la población que día tras día valientemente sale a las calles a manifestarse y a enfrentarse a los grupos represivos del gobierno.
A pesar del silencio cómplice de la mayoría de los mandatarios latinoamericanos; que ni bien han dejado de usar las negras, se olvidaron la defensa intransigente de los derechos humanos y se han convertido en defensores (conservadores) del status quo y la vergonzosa actuación de los organismos estatales, el conteo regresivo del reloj de ajedrez está avanzando.
Recuerdo que cuando escribí el artículo titulado “Muerto el perro, se acabó la rabia”, solo los fanáticos chavistas creían en la sobrevivencia del régimen. Hoy cada vez está más claro que los únicos que están dispuestos a defender al Socialismo del Siglo XXI, son los feligreses (convencidos por su ignorancia) y las cúpulas que se han distribuido la riqueza de un país que podría ser Dubái de América Latina.
Los militares y policías algún rato se cansaran de disparar a sus herman@s, ti@s, sobrin@s, médicos, profesores, al su propio pueblo, y se sublevaran contra los extranjeros que los siguen comandando, como ya lo han hecho un par de ellos.
Las tiranías no contaban con la fuerza del twitter, youtube, blogs, instagram, que en segundos informan al mundo de sus abusos. La primavera árabe tuvo en las redes sociales a su principal aliado, pero el verano latinoamericano tiene además a un grupo de jóvenes que por sus venas corre los genes que nos heredó el Libertador Bolívar.
“Leopoldo pertenece a esa especial clase de líderes que NO se calla, NO se escapa, NO se rinde y está dispuesto a arriesgarlo TODO en lo personal, para que su Venezuela recupere TODA su libertad y democracia” decía Jorge Tuto Quiroga en su carta admiración y reconocimiento a Leopoldo López y l@s valerosos demócratas venezolanos.
Solo falta que alguien le avise a Maduro que la bandera roja se cayó y perdió la partida.
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