Cada revolución tecnológica reorganiza nuestras certezas. Toma un recurso escaso, lo convierte en abundante y, al hacerlo, vuelve escaso algo que antes dábamos por hecho. La imprenta democratizó el texto, la cámara hizo lo propio con las imágenes, internet eliminó las barreras de distribución. Ahora, la inteligencia artificial ha llevado ese ciclo un paso más allá: producir contenido —texto, imagen, video o audio— dejó de ser una tarea humana exclusiva. Hoy, lo que escasea no