Varias han sido las acusaciones de Evo Morales sobre la injerencia de la CIA –nótese con mayúsculas- y de la Embajada Americana en supuestos actos de desestabilización a su gobierno.
Cada vez que accidentalmente se descubre algún hecho que involucre al gobierno con corrupción, narcotráfico, terrorismo y ahora extorsión, la mejor manera de esterilizarse es acusar al poderoso imperio de todo. Finalmente, es un excelente chivo expiatorio, que además no es muy querido y sirve para cerrar filas en torno a su amenaza externa.
Pero es de la otra Cía. que se trata ese artículo, de la Cía. con minúsculas. La Cía. que lo acompaña a Evo desde el inicio de su primero mandato. De esta sociedad anónima que lo asesora y que comparte sus decisiones en términos intelectuales y operativos. Esa de la que no quiere ó -peor aún- no puede deshacerse.
Esa Red, que como telaraña, ha ido creciendo en su radio de influencia, a tal punto de controlar a todos los órganos del poder público y los órganos de represión estatal, para hacer cumplir sus órdenes, haciendo uso y abuso de su poder para cumplir sus fines y objetivos.
“El fin justifica los medios” diría el autoproclamado último jacobino orgulloso del terror rojo o la guillotina jacobina montada para eliminar a cuanto enemigo de la revolución sea necesario.
¿Quiénes participan de esa Cía.? De ese grupo selecto que define los “fines” y los “medios” para consolidar la revolución. Creo que casi cualquier ciudadano más o menos informado, sabe quiénes son parte. Pero, ¿Cuántas vertientes existen? ¿Están éstas en disputa? ¿Qué se están jugando? ¿Será que la venida de “San” Penn ha destapado la caja de Pandora?
No falto algún despistado oficialista, que ahora nos quiere hacer creer que es una red privada. Funcionarios públicos pagados con nuestros impuestos, con policías a su mando, trabajando para el Estado podrán ser considerados una red privada? Ya pues, un poco más de imaginación por lo menos.
Más honesto fue Boris Villegas –ahora acusado de ser infiltrado de la CIA con mayúsculas- al declarar que él había hecho todo por instrucción de sus mandos superiores y que por los asuntos de seguridad del Estado tenían que responder los viceministros y ministros, admitiendo de manera implícita su participación en los “diferentes operativos”.
El ahora famoso Ostreicher, dijo que lo que se había hecho público era solo la punta del iceberg; es decir, hay una montaña delincuencial sumergida de la cual solo hemos conocido una partecita.
Su defensor –y ahora Santo de los extorsionados- le advirtió al Presidente que podría ser víctima de un golpe de estado de esta red. Los de Cia. habrán determinado que Morales ya no es más útil para sus “fines”? ¿Quién en la línea de sucesión podrá estar detrás de un golpe de estado?
En un país donde existe la independencia de poderes difícilmente se le hubiera ocurrido a San Penn (o sus asesores) pedirle al Presidente “inmediata liberación, exoneración y regreso seguro con su familia” de su amigo. Él sabe la influencia de Evo & Cia. sobre la justicia boliviana.
Como verá, son muchas las interrogantes que me planteo, y como una película de Hicthcokc, solo sabremos las respuestas al final.
El caso Ostreicher podrá ser llevado a Hollywood como una superproducción, pero lo triste es que miles de bolivianos –que no tenemos de amigo a “San” Penn- seguiremos siendo extorsionados por Evo & Cia. hasta que no cambiemos de gobierno.
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